Imagina un continente donde la paz y la prosperidad parecían eternas, pero bajo esa fachada, las tensiones hervían como una olla a presión. En 1914, esas tensiones explotaron, llevando a Europa, y al mundo, a una guerra sin precedentes.
En el corazón de Europa, a principios del siglo XX, se respiraba un aire de progreso y modernidad. Las ciudades resplandecían con luz eléctrica, los trenes unían naciones, y el comercio internacional florecía como nunca antes. Sin embargo, bajo esta apariencia de calma y prosperidad, latían tensiones no resueltas desde el siglo XIX, que eventualmente desencadenarían la Primera Guerra Mundial. Primero, las disputas territoriales eran una constante. El Imperio Austrohúngaro, por ejemplo, mantenía un control precario sobre una multitud de etnias y nacionalidades, lo que creaba fricciones internas y externas. Los Balcanes, conocidos como el "polvorín de Europa", eran...